Érase una vez la verdadera historia de Jerry, un gato con muchas experiencias… 

En julio de 2011, Sabrina y yo vivíamos felizmente en Benicàssim. A Sabrina le gustaban muchos los gatos (había tenido varios en la infancia) y a mí nada (no por nada, sino porque había tenido sólo perros y no sabía nada de gatos, sólo que arañan y son ariscos…).

Tras años de que Sabrina me insistiera sin éxito que quería tener uno, finalmente se puso a buscar por Internet y vio un anuncio que le gustó. En La Pobla Tornesa había nacido una camada de gatos en una masía y me convenció para que fuéramos a por uno. Llegamos allí (una casa de campo bastante asilvestrada…) y una pareja muy maja nos mostró la camada.

Había gatos por todo el jardín, de todos los tipos, así que nos señaló la gata que había dado a luz unos días atrás y a sus 8 hijitos. Lo tuvimos claro al instante. Había siete grises (comunes) y uno naranja, así que escogimos el naranja. Sabrina lo cogió en brazos, bla bla y para casa. De camino, en el coche, Sabrina ya vio que estaba llenito de bichos (pulgas…) ya que todos los gatos andaban sueltos por el jardín a la intemperie. A mí me causaba un poco de asquete así que plantee a Sabrina qué le parecía ir directos a un veterinario para que lo adecentaran. Lo llevamos a una veterinaria amiga mía de Benicàssim y, además de ponerle todas las vacunas y hacer todos los documentos identificativos, estuvo un montón de rato matando pulgas sobre la mesa, que salían despedidas al haberle aplicado los productos oportunos. El pobre gatito era tan feo que parecía más un ratón que un gato, así que lo bautizamos Jerry allí mismo, para identificarlo formalmente. Yo tardé aún por lo menos 3 días en sólo tocarlo con la punta de un dedo, ya que seguía viéndolo como un nido de bichos…

Pero la verdad es que me cayó bien desde un principio. Sólo ver que con unos pocos días de vida y 350 gramos de peso, el tío daba un salto hasta la caja de arena, hacía sus cosas y las tapaba con precisión, no me podía creer el haberme pasado una vida paseando perros noche y día para que hicieran sus cosas, limpiarlos… Esto era una verdadera mascota 2.0.

Y así pasaron los primeros tres meses, viéndolo crecer rápidamente feliz y juguetón, hasta que una buena mañana de sábado 29 de octubre Jerry estaba jugando, corriendo de aquí para allá y al poco tiempo, bien concentrado intentando darle caza a una mosca que volaba en medio del salón. Para echarle un cable, visto que la mosca volaba bastante alto, le puse una silla para que se pudiera subir y saltar de más arriba. En fin, entreteniéndonos solos, visto que Sabrina se había ido 15 días a Malta a visitar a una amiga (también brasileña).

El caso es que me puse un rato en el ordenador y al cabo de 5 o 10 minutos, vi que Jerry ya no estaba en el salón y como me divierto mucho con él, fui a buscarlo por el apartamento. No lo vi en ningún lado, miré debajo de la cama y en todos los rincones y nada, así que se me ocurrió asomarme para abajo en la terraza y allí estaba… No me lo podía creer. ¿Será él? No puede ser. ¿Acurrucado en el césped habiendo volado 5 pisos de altura? Uuuuuuffff. Qué sensación más fea. Me puse una camiseta y me fui para abajo. Seguía acurrucado. Lo cogí con mucho cuidado (aún en shock pensando, ¿este es Jerry? Lo veo más gordo) porque gemía de dolor. Yo me estaba por ir a jugar a fútbol y ni me había vestido aún así que subí con Jerry directo a llamar a mi amiga veterinaria para ver si lo podía ver. Como era sábado no trabajaba, pero me dijo que igualmente lo llevara y que nos veíamos allí. Sólo terminar de hablar con ella vi que Jerry, que lo había dejado en el suelo de la cocina, tenía un charco de sangre. ¡Uuuuuffffff! ¡Qué situación!

Así que cogí un montón de papel de cocina, lo puse en la base del transportín, metí a Jerry dentro con todo el cuidado que pude (se quejaba bastante), me enfilé una camiseta y me lo llevé al veterinario. Cuando llegué Olivia (que así se llama) no había llegado aún así que estuve esperando allí de pie en la puerta con el transportín en brazos y hablándole a Jerry, metiendo una mano dentro y rezando para que no se me muriera ahí… Se acercó una niña pequeña que caminaba por allí con su padre y me preguntó si era un gatito y podía verlo. Le dije que sí pero que se había caído de un quinto y estaba muy malito. Por suerte llegó por fin Olivia, y mientras lo examinaba manualmente Jerry iba sufriendo mucho y yo más, empecé a sudar y a ponerme blanco así que le pedí a Olivia papel para secarme el sudor y le dije que me sentaba porque me estaba mareando. En resumidas cuentas, Olivia no era traumatóloga, así que me dijo que no podía hacer nada de momento, así que se lo llevara al miércoles que estaría ya su compañera que había salido de puente. Volví para casa con Jerry, lo dejé en el suelo y al cabo de 10 minutos empezó a tener unos temblores, cada vez más constantes e intensos… ¡UUUUUFFFFF!

Se me ocurrió llamar a mi madre (que vive en Castellón) para pedirle el número de su veterinario, a ver si este sí que era traumatólogo. Lo llamé y me dijo, gracias a Dios, que sí era traumatólogo, pero que en 20 minutos ya estaba cerrando así que si se lo quería llevar tenía que ser YA. Creo que mi coche rompió la barrera del sonido y la onda expansiva desintegró todos los radares, pero en un rato ya estaba con Jerry en su consulta. Por suerte este empezó por una radiografía completa de Jerry y ya me pudo dar un diagnóstico. Rotura de rodilla en dos puntos y fisura en la cadera, así que habría que operarlo el primer día disponible después del puente (miércoles 2 noviembre). A parte evidentemente estaba todo inflamado por dentro así que no se podía ver bien si tenía algo más, pero según él no.

En fin, ya me quedé un poco más tranquilo, le inmovilizó de momento la pierna afectada con unas vendas adhesivas y punto. Como está claro que soy bastante aprensivo con los animales, mi cerebro de enfocó sólo en Jerry esos días, anulé mis viajes de trabajo y todas mis actividades me dediqué 100% a cuidarlo. Puse unas toallas en mi cama para que durmiera conmigo y le ponía una mano encima para ver si respiraba porque no estaba muy seguro de que no tuviese algo dentro y se “apagara”.

Fueron días de sufrimiento para el pobre, pero por fin llegó el día de la operación, que salió muy bien, le pusieron dos tornillos en la rodilla, la cadera la dejaron sin nada para que se curara sola y de paso lo castraron al pobre. Y Sabrina por supuesto feliz en Malta sin saber nada. Cuando me llamaba por Skype y me pedía ver a Jerry, le sacaba el collarín de protección y se lo mostraba en un segundo del lado no operado y le cambiaba de tema. Tenía que darle un montón de medicinas cada día (al principio no lo conseguía pero luego me hice experto) y lo malo es que una semana después de la operación (unos 10 días después del vuelo) Jerry seguía sin comer ni beber NADA. El veterinario me decía que suele pasar en estos casos que se les bloquea el sistema digestivo y que normalmente luego se reactiva, pero después de tantos días, yo ya me esperaba lo peor.

Pero no…Jerry es un crack y por suerte poco a poco fuer empezando a comer y hoy en día vive feliz y como un Rey con mi suegra en IJUI (Brasil) a miles de kilómetros de La Pobla Tornesa, debido a que en 2013 nos trasladamos a vivir a Brasil (evidentemente con él), pero en 2014 volvimos por dos años a España por motivo del trabajo de mi mujer y, aunque nos lo íbamos a traer, por un error administrativo del veterinario de Brasil, no pudimos realizar a tiempo todos los test previos para la tramitación de la documentación que se requería para llevarlo y no tuvimos más remedio que pensar qué hacer con él.

Como ningún amigo ni conocido se podía hacer cargo, tuvimos que atrasar nuestro viaje un mes y desplazarnos 3.500 km al sur de Brasil para llevárselo finalmente a mis suegros, que, desde hace ya dos años, lo cuidan mucho y bien, disfrutan de él e incluso le han dado una linda hermanita (Cat) con quien juega y convive. Y debido a nuestros continuos viajes y a que le vemos igual de feliz y tranquilo que con nosotros, a pesar de que ya estamos de nuevo en Brasil (aunque a miles de kilómetros) creímos mejor dejarlo con ellos porque de lo contrario, cada dos por tres, teníamos que dejarlo solo en casa para viajar, pidiéndole a nuestros amigos que pasaran cada día a visitarlo o dejarlo unos días en residencias de animales, cosa que no le gustaba nada, como es lógico.

Y así de paso al estar en contacto con mis suegros y visitándolos cuando podemos, pues vamos viéndolo de vez en cuando y sabiendo de su día a día. La única peculiaridad que siempre le quedó de aquel vuelo, es su forma de sentarse, muchas veces dejando estirada la pierna operada, pero nada más. Y lo mejor es que cuando nos ve, es como si no hubiese pasado un día y juega conmigo y con Sabrina de la misma forma que siempre lo hizo con cada uno, buscándonos, provocándonos y queriéndonos, como nosotros a él.

Queremos dar las gracias a Rafa y a Sabrina por mandarnos la historia de su gato Jerry, todo un aventurero que, por suerte, hoy en día está perfectamente. ¡Nos ha encantado!

Si tú también quieres compartir la historia de tu ronroneador con nosotros, escríbenos a hola@losronroneosdemini.es.

 

Si continuas utilizando este sitio aceptas el uso de cookies. Más información

Los ajustes de cookies de esta web están configurados para "permitir cookies" y así ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues utilizando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en "Aceptar" estarás dando tu consentimiento a esto.

Cerrar